Según Granovetter (en Fligstein, 1996) la incrustación del mercado en las relaciones sociales genera efectos que no se pueden predecir con los tradicionales modelos económicos, por lo que los efectos de las políticas estatales en el mercado no puedes ser completamente predichas. Frente a cambios en el mercado, los actores, dependiendo su tamaño e influencia en el mercado, buscarán mantener el status quo o apoyar el cambio, para alterar las jerarquías. La jerarquía de los actores dentro del mercado está determinada por la forma en que se constituyen las redes sociales y la disposición de los recursos. Esta jerarquía se inserta en las condiciones de gobierno de un mercado, es decir, la forma en que un actor del mercado se organiza para responder a las exigencias de la competencia de manera de poder sobrevivir. (Fligstein, 1996)
Fligstein (1996, Dobbin y Dowd (2000) proponen que los mercados son organismos que se coordinan de manera política, tanto por las tensiones que se dan dentro de una organización como entre ellas. En esta relación el Estado, a través de las instituciones, juega un rol crucial a través de la regulación y la intervención del mercado, al definir las “reglas del juego” que deben cumplir los distintos actores del mercado, produciendo como resultado reglas que moderan la competencia de las organizaciones, en un entorno capitalista, generando condiciones estables de mercado, y por lo tanto menor incertidumbre. Sin embargo, Fligstein (1996) plantea que los cambios introducidos al mercado por el Estado tienden a estar influidos por los grandes grupos de influencia, muchas veces coincidentes con las grandes organizaciones que controlan el mercado. Las normas que el Estado incorpora siempre benefician a una parte del mercado en detrimento de la otra.
En un contexto de innegable inestabilidad e incertidumbre, los actores del mercado utilizan principalmente 2 estrategias para promover la estabilidad: una lucha de precios entre organizaciones o la optimización de sus recursos internos (Fligstein, 1996) con el afán de sobrevivir. Como resultado logran generar nichos, una organización interna que permite tomar decisiones con menor incertidumbre (a través de una cultura cooperativa), o generando sistemas de cooperación entre organizaciones para compartir (y dividirse) el mercado, colusivamente, según estrategias financieros, depredadores o colusivos respectivamente, definidas por Dobbin y Dowd (2000).
Fligstein (1996) plantea que los actores del Estado están permanentemente enfrentando crisis en el mercado, ya que los mercados están siempre organizándose y desestabilizándose. Por esta razón las firmas presionan por intervención o regulación estatal. Dice Fligstein (1996, p. 662) “Tener reglas estables es a veces más importante que el contenido de las reglas”, sin embargo estas reglas tienden a someterse al interés de los grandes grupos económicos.
Las instituciones reflejan el interés de los grupos más organizados dentro de la sociedad, los cuales sólo sufren cambios ante crisis extremas, como una guerra por ejemplo. Esto parece confirmarse para el mercado laboral femenino, con el aumento de la participación de la mujer en el trabajo después de las grandes guerras mundiales, las que sacaron a los hombres de las industrias y a las mujeres de la cocina. En Chile, bajo el gobierno de Michelle Bachelet se implementaron subvenciones al trabajo femenino y políticas de inclusión laboral para la mujer. Es también en éste siglo que las FFAA permitieron el ingreso a sus filas de mujeres. ¿Habrán tenido efectivamente algún efecto las iniciativas en pro de aumentar la participación laboral femenina en el mercado laboral chileno? ¿O las resistencias de las grandes organizaciones habrán logrado evitar el efecto de éstas regulaciones?
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